Moloconosir. Kilómetro 17. Albania.
Hace 200 años, José Dolores Abshana emprendió un nuevo rumbo. El patriarca recorrió desde la Alta Guajira y llegó a la Serranía de los Montes de Oca, ubicándose estratégicamente en un lugar cercano a los arroyos Bruno y Pupurema, zona que hoy conocemos como Moloconosir. Años después, de su descendencia nació Amelia Robles, la mujer que inculcó en esta comunidad la creencia de que había que trabajar por los sueños porque nada era imposible.
Las 36 familias de esta comunidad están convencidas de que todo lo pueden, en gran parte porque se han dedicado a lo que desde niños aprendieron: pastorear cabras, ovejas y ganado; ordeñar cabras; cuidar ovejos y vacas; alimentar gallinas y pavos. Además, porque la tierra es buena, como afirma su autoridad, Nubis Camargo: “Yo le llamo una familia bendecida, un territorio bendecido”. Y porque entendieron que estudiar era la manera de alcanzar cada objetivo: “Fuimos desprendidos de la comunidad desde muy pequeños, nos enviaban a estudiar para que viéramos el mundo más allá de nuestra comunidad y cultura, para que visionáramos; porque siguiendo nuestra cultura, educándonos, y entendiendo la visión del mundo de otra manera, ya tu sueño es más grande, tu lucha va enfocada en una meta”, afirma la autoridad.
Para sus pobladores, “Moloconosir es un sueño, es una lucha de mi mamá, una mujer emprendedora para la que no existían los imposibles y cada día trabajó por sus sueños y nos lo transmitió a su descendencia”, afirma Nubis. Josefa Robles, líder de la comunidad, cuenta lo que algún día fue un anhelo y lo lograron con esfuerzo: “El sueño empezó hace 30 años cuando decidimos tecnificarnos, ser eficientes, que con nuestra actividad económica tradicional nos íbamos a mantener dentro del mercado y ser sostenibles en el tiempo. Años después nació Ganadería Chinay, para comercializar los productos: carne de ovejo, huevos, gallinas; transformamos la leche que producimos en queso mozarella, picante, finas hierbas, de cabra, de años; cerdos. Nos visionamos ser la despensa proteica del departamento y del país”.
Moloconosir es de esos posibles que siempre supieron que alcanzarían y que hoy ven en su verde paisaje, sus pastos, sus animales gordos y sus pobladores con una labor que hacer y devengando un salario, en las ganas de seguir y seguir, como afirma Juvenal Robles, quien define su actividad como parefreneros: “Entre más tiempo pasa, más queremos producir. Esto es un poco duro, es de hacer buenas cercas, sembrar el pasto, cuidarlo. Así hacemos con la ganadería también y ya la leche que se saca pasa a refrigeración y, cuando se alcanza el tope, se hace el queso que es el producto final”.
Este queso que menciona Juvenal y todos los productos de la comunidad hoy tienen un punto de venta construido de manera autónoma por la comunidad en el marco de la sentencia T-704 de 2016 con Cerrejón, además, otros proyectos trabajados con la empresa: “Con Cerrejón hemos venido trabajando de la mano, siempre hemos dicho que no somos una comunidad de su área de influencia, somos aliados de ellos. Han sido proyectos de muy buen impacto, hemos trabajado un programa de mejoramiento genético en ovinos, también con ellos buscamos mercado para nuestros productos y, en cumplimiento de la T-704, una sala de ordeño para mecanizar esta labor, el punto de venta y mejoramiento de las vías de acceso a la comunidad”, afirma Josefa.
En un par de años, además de ser sostenibles, sueñan con recibir muchos visitantes: “Soñamos con el agroturismo, poderle ofrecer a las personas venir aquí y ser ganaderos por un día, que puedan montar caballos, ordeñar, subirse a un tractor para que no solamente conozcan, sino que valoren el esfuerzo que hacemos desde el agro para llevarle productos frescos y de buena calidad a su mesa”.
Hace 200 años nació Moloconosir, un sueño hecho realidad y con el que sus líderes buscan hacer historia para que su descendencia no se tenga que desarraigar del territorio y tengan de qué vivir, una comunidad que sabe trabajar por los sueños porque allí no hay imposibles.