Zapata Olivella y Mao Tse Tung

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Por Weildler Guerra Curvelo.

En su obra China, 6 a.m., recientemente reeditada por la Universidad del Valle, el escritor Manuel Zapata Olivella describe con vibrante emoción la celebración del tercer aniversario de la creación de la República Popular China el primero de octubre de 1952. Acto que él presenció como invitado a la Conferencia de la Paz. La Plaza Roja estaba adornada con cadenetas de variados colores. Gigantescos faroles de papel rojo engalanaban la vieja arquitectura del palacio de los antiguos emperadores. “Cuando el presidente Mao Tse Tung y su gabinete aparecieron en el Presídium, el clamor de los niños estremeció la clara mañana… Estábamos ante una nación nueva. Veíamos la juventud del pueblo más viejo del mundo”, escribió Zapata en ese libro.

Este viaje a través de China dejó una huella honda en el autor colombiano que se evidencia en su obra literaria y en el compromiso social que lo caracterizó durante su trayectoria vital. Su percepción del liderazgo de Mao era rotunda: “En la íntima compenetración de su pueblo y su presidente Mao reside la esencia de las transformaciones de la nueva China”. Al regresar a su país en plena Guerra Fría, Zapata fue detenido por las autoridades colombianas durante tres días y luego fue puesto en libertad.

Tiempo después, en uno de sus recorridos por el Caribe colombiano, Zapata Olivella llegó a Riohacha tras las huellas de Luis Antonio Robles, el célebre Negro Robles, una brillante figura del siglo XIX que había sido congresista a los 27 años de edad y luego ocupó el cargo de secretario del Tesoro durante la presidencia de Aquileo Parra. Su llegada se difundió en la comarca con rapidez y encontrándose en la casa de su amigo don René Escobar, en donde solía alojarse, un grupo de indígenas wayuu lo buscaron con afán en su condición de reconocido médico, pues una joven mujer afrontaba un parto difícil. Manuel Zapata se trasladó hasta la ranchería indígena y atendió el delicado parto con buena fortuna. En agradecimiento el padre del recién nacido le pidió que le diera un nombre a la criatura. Aunque con inicial timidez, Zapata Olivella propuso, con una mezcla de admiración y algo de sorna caribe, el nombre de Mao Tse Tung.

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Unas dos décadas transcurrieron y hacia 1980 Manuel Zapata se encontraba nuevamente en Riohacha realizando un estudio etnográfico sobre los wayuu, que hasta hoy no ha sido publicado, en el que quien esto escribe trabajó como auxiliar de investigación. Estando en esa labor, llegaron sin aviso a la casa de don René Escobar dos camiones atiborrados de indígenas buscando al insigne escritor de Lorica. No sin cierta alarma, por lo numeroso del grupo, le preguntaron al joven wayuu que encabezaba la comitiva que quién buscaba al maestro Zapata. Este respondió con nítido aplomo: “Dígale que de parte de Mao Tse Tung”.

Inicialmente sorprendido, pero después emocionado, Zapata se reencontró con el niño que había salvado años atrás. Este le presentó a su mujer, en estado de embarazo, y le prometió que como muestra de agradecimiento su hijo también se llamaría Mao: Mao Tse Tung Uraliyuu. Como los antiguos emperadores chinos, Manuel Zapata también había creado una dinastía.

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