La dictadura del COVID-19

Por Jaime Casilimas Palma*.

El COVID-19 más que un suceso biológico, se ha convertido en una importante excusa de sucesos políticos, que por vía de la democracia liberal no hubiesen sido posibles. Igual que con el terrorismo o con la guerra contra las drogas, resulta un valido fundamento para menoscabar derechos. Con la caída del muro de Berlín renunciamos a los mesianismos y utopías. Con el 11/9 habíamos preferido la seguridad, al bienestar, a la intimidad y a la libertad.

Hoy, renunciamos a la vida en sociedad. El COVID convirtió a los seres humanos en vectores. Los vectores en términos de epidemiologia son “un mecanismo, generalmente un organismo, que transmite un agente infeccioso o infestante desde los individuos afectados a otros que aún no portan ese agente”. Igual que los insectos, los roedores y demás asquerosas alimañas, los ciudadanos también somos repugnantes transmisores. Valemos igual que las ratas y cucarachas. Desde esa óptica el otro, cualquiera que sea es un ser asqueroso, una amenaza y un peligro. Igual que en las películas de zombies, vale la pena destruirle, a pesar que el cuerpo de ese zombie corresponda a un querido familiar.

Ya no habrá más comunidad, no habrá más colectividad. Y solo quedaremos una inmensa multitud de ilotas con proyectos unipersonales. Con domicilios y tarjetas electrónicas. Una multitud de seres con bozal -hoy vi varios- , que defienden su proyecto de vida, su bandera solitaria, el cual no supera, sus cuentas bancarias, el número de su nómina o su seguridad social y la vieja afiliación a un club social donde no podrán volver jamás. Hasta ayer existió sociedad. Como consecuencia de lo anterior se reconfirma que ya no serán posibles las utopías de construcción colectiva. Esta prohibido construir proyectos globales. De antemano son un fracaso, desde el texto bíblico que describe el castigo a los constructores de la torre de Babel, hasta los ilusos que creyeron que habían encontrado la solución en las tecnologías de la información y comunicación para unir el globo.

El COVID debilitó los pulmones de la globalización y está inflando el viejo nacionalismo de los ya decrépitos Estados- Nación. Sus hijos legítimos serán esas tribus urbanas que seguirán atacando lo diverso, lo pobre y lo marginal. Revisado el prontuario del COVID, nos dice que ha asesinado varios derechos humanos, entre estos: el derecho a la libertad, el derecho a la justicia, el derecho a la vida privada, el derecho a la circulación, el derecho a la familia, el derecho de opinión y expresión, el derecho a la libertad de reunión y de asociación, el derecho al trabajo, el derecho al descanso -teletrabajo como sustitución del espacio laboral-, a la educación y en particular al pleno desarrollo de la personalidad -PC y portátiles no forman ciudadanos-, el derecho de acceso a la cultura. No faltará quien señale que la vida es un derecho prevalente, y que pueden renunciarse a los demás.

Este momento no tengo el arsenal para contradecirle, me tocará admitirlo, usted tiene la razón, soy uno más y estoy bajo la dictadura del COVID-19, para que discutirlo. En el fondo no es el COVID, son los gobernantes que están aprovechando este cuarto de hora, para devolver el reloj de lo avances registrados en derechos humanos.

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com

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